En el pizarrón está escrito “amor”

Por Microred de Acción Pública 

Una niña camina hacia el aula, su maestra la saluda al entrar. Se sienta y abre su cuaderno. Levanta la mirada y lee, aún con dificultad, pero con infinita ilusión, esa palabra que ha escrito otro compañero de clase. Lee “amor” y sonríe.  

Aunque esta postal es bastante cotidiana ya en Guatemala, no todas las niñas y niños tienen garantizado el derecho a la educación de manera pública, continua y con la calidad que les permita transitar la vida por caminos anchos de plenitud. En Guatemala, no todas las niñas que escriben amor, ni todos los niños que leen la palabra esperanza, tendrán la oportunidad de continuar aprendiendo, decidir su futuro y aportar a construir sociedades con más alternativas de bien común.  

La propuesta “Por una educación que transforme en plenitud” (2023) del Observatorio de Calidad Educativa de EJEGUA-URL, retoma datos de fuentes rigurosas para dar cuenta del contexto de la educación en el país. Aunque en Guatemala la primaria está casi cubierta por el sistema público de educación, solo el 30% de jóvenes se mantienen estudiando ocho años después. Los datos son mucho menores si hablamos de estudios universitarios. La situación tiene muchas aristas más: el imperativo por la formación docente que acompañe al cuerpo de profesores de todos los niveles; el acceso a la educación en los idiomas maternos, con un enfoque de pertinencia cultural respetuosa de nuestras diversidades étnicas; la transversalidad de la formación ciudadana y la necesidad de integrar a los procesos de aprendizaje nuevas tecnologías. El reto está a la altura de las oportunidades de cambiar las historias de las nuevas generaciones.  

Las implicaciones de la persistencia de estas condiciones educativas no solo comprometen los futuros personales de las niñas y niños y sus familias, sino también el futuro de las comunidades locales y de la sociedad guatemalteca en general. La fórmula necesaria para encarar los problemas políticos, sociales, ambientales y económicos del país, es una suma de creatividad, conocimiento, experiencia, innovación, con una fuerte dosis de audacia comprometida con la justicia. Esa fórmula nace en las aulas.  

Lo que está en juego, entonces, es la posibilidad de futuros más dignos y esperanzadores. Por eso, nuestra propuesta defiende la estrecha relación que guarda la educación con la dignidad humana, con la justicia y la libertad, con la intención de promover el compromiso por el servicio en todo lugar y en todo momento. Sabemos que los desafíos deben ser asumidos desde esfuerzos conjuntos, desde espacios de escucha y diálogo de diferentes saberes y experiencias, reivindicamos el valor de nuestra identidad en la co-construcción de propuestas de políticas públicas que colaboren a alcanzar nuestros objetivos y reconocemos nuestra responsabilidad de aportar desde lo que somos y hacemos, desde donde estamos. Afirmamos nuestra convicción de saber que debemos propiciar puentes amplios que posibiliten alianzas plurales y se afiancen en valores centrados en la persona y su propio cuidado y el de su entorno.  

Mientras no todas las niñas lean la palabra amor, ni todos los jóvenes aprendan a ser doctores, ingenieros, filósofos o agrónomos, cuando no internacionalistas o auditores, el trabajo de EJEGUA tiene sentido en el compromiso por hacer valer el derecho a la educación de calidad y con certeza de continuidad desde la escuela hasta la universidad. Mientras sigamos creyendo que la educación transforma realidades colectivas, nuestro trabajo en red mantiene su vigencia y su creencia radical en que otro presente y futuro son posibles. ¡Por 10 años más, querida EJEGUA!